La propaganda: «Toda persona que se encuentre en España tiene garantizado por ley el derecho a recibir de forma gratuita y sin traba administrativa alguna la atención sanitaria que precise, incluidos los españoles que residen en el extranjero, pero vienen de visita».
La realidad: dos hijos y nietos de españoles, nacidos y residentes en el extranjero, pero con DNI y pasaporte español en regla, vienen a pasar el verano a La Rioja. Según la página web de la Seguridad Social, se pueden incluir como beneficiarios en las tarjetas sanitarias de los abuelos, así que, armados de valor, estos se disponen a superar la yincana burocrática. Primer requisito: empadronar a los niños en su domicilio. Sub-requisito: autorización expresa de los padres, libros de familia de abuelos y padres, DNIs, pasaportes, etc. Hecho. Segundo: solicitar la inclusión temporal en la tarjeta sanitaria. Obstáculo: es imposible hacerlo por la web y hay que solicitar una cita presencial en una oficina de la Seguridad Social, pero no en Logroño, donde incomprensiblemente no las conceden, sino en alguna cabecera de comarca, que puede ser hasta Cervera del Río Alhama aunque vivas en Treviana. Tercera traba: acceder a la oficina en cuestión, situada en un pueblo importante de la provincia. Cuando llegas te la encuentras cerrada con llave y a la hora de la cita un vigilante de seguridad te permite pasar y vuelve a cerrar como si penetraras en un cuartelillo. Ya sentados ante la mampara, cuando crees haber superado con éxito la carrera de obstáculos, la funcionaria de turno te suelta la triste realidad: a pesar de figurar como prestación posible en la página web del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, Gobierno de España; a pesar de ser tan españoles como ella y como usted y yo; a pesar de estar empadronados en tu casa, y a pesar de estar el derecho a la protección de la salud consagrado en la Constitución, tus nietos residentes en el extranjero no tienen derecho a asistencia sanitaria, y si la necesitaran te remiten a la nefanda privada.
La indignación con la que te vuelves a casa después de una experiencia administrativa tan frustrante se incrementa cuando recuerdas que un tipo llamado Brahim Gali entró ilegalmente en España con pasaporte e identidad falsas para recibir, supongo que gratis, un costosísimo tratamiento en el mismo hospital al que, al parecer, no atenderá a los tuyos si lo necesitaran. La ex ministra González Laya declaró bien tiesa ante el juez que investiga aquella chapuza diplomática que con Ghali se hizo lo correcto porque «era un ciudadano con pasaporte español y, por tanto, un español necesitado de asistencia». En el infierno de Quevedo ya no debe de caber un gobernante tan incapaz como embustero más.