Observando

Observar significa examinar atentamente y observatorio es el lugar desde donde se mira. Antes se observaban cosas como estrellas a través de telescopios, aves migratorias por ventanucos de casetas o incendios forestales con prismáticos desde torretas, pero con el proceso de sofisticación de nuestra absurda sociedad comenzaron a brotar observatorios de lo inmaterial en despachos oficiales como champiñones en la pradera.

Citarlos todos sería interminable, pero en estos tiempos de alarmante carestía llaman la atención dos: el del precio de los combustibles y el que se presenta como «herramienta que ofrece información objetiva y actualizada de precios y mercados de productos agroalimentarios». Me pregunto qué herramientas necesitará el consumidor para asustarse con los precios de la gasolina, la judía verde o el filete, además de acercarse al surtidor o al mostrador del colmado. Lo último en observatorios es el Global del Español, al parecer con sede en Yuso, «un centro de análisis y prospectiva que identificará los proyectos con más impacto a desarrollar en el marco del Proyecto Estratégico (PERTE) de la Nueva Economía de la Lengua del Plan de Recuperación». Obsérvese el flagrante galicismo «a desarrollar» en la parrafada. Mal empezamos.

A ver, no me parece mal que se alimente el mito de San Millán como «cuna del español» y de la célebre Glosa emilianense como «primer vagido de la lengua española». Aparte de vino y lengua aquí hay poco que rascar, y todo es bueno para el convento, nunca mejor dicho. Pero, antes de lanzar un proyecto nada menos que «global», quizá convendría comenzar observando, por ejemplo, que «El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla» (Art. 3.1 de la Constitución Española), pero en buena parte de España está prohibido, perseguido y penalizado por autoridades que incumplen impunemente las sentencias que obligan a un ridículo porcentaje de enseñanza en español a los escolares, con el beneplácito del mismo gobierno que ahora se saca de la manga propagandística un Observatorio que «se ocupará de fomentar el conocimiento y prestigio de la lengua y las culturas hispánicas en el proceso de transformación digital». Presidido, para colmo, por el responsable de la política exterior más nefasta de la democracia, que ha logrado la difícil carambola de enemistarnos a la vez con Marrucecos, Argelia y el Frente Polisario. Si hubiera que crear un Observatorio de la Ineptitud, su ubicación ideal sería la mesa del Consejo de Ministros, esos bichos observables a una distancia intermedia entre el flamenco hembra de la charca y el microbio oportunista del microscopio. De momento, desde Yuso se puede observar Suso. Que no es poco.