Carta a la Ministra de Educación

Excma. Sra. Dª Pilar del Castillo

MINISTERIO DE EDUCACIÓN Y CIENCIA. Madrid.

         Excelentísima Señora Ministra:

En calidad de Secretario y portavoz del colectivo ABABOL (Asociación de Bachilleres Adictos al Botellón y/o la Litrona)  y en virtud del acuerdo adoptado en la reunión extraordinaria de su Junta Directiva, tengo el honor de dirigirme a usted para, con todos los respetos debidos a su persona y al cargo que ostenta, transmitirle la más firme repulsa del colectivo hacia su proyecto de instauración de la eufemísticamente denominada Prueba General de Bachillerato (PGB), coloquialmente conocida como examen de reválida o, simplemente, reválida.

Pero antes de exponer las razones por las que ABABOL se opone frontalmente a la reválida que su Ministerio pretende imponer en marcha, he de aclararle, Señora Ministra, que nuestra Asociación es totalmente apolítica y que, por tanto, la iniciativa de dirigirnos a la máxima autoridad educativa del Estado español no está promovida, instrumentalizada ni manipulada por grupo político alguno, del signo que fuere. Aunque somos conscientes de que la imagen que de los jóvenes se tiene en este país es la de una ruidosa panda de descerebrados moviladictos y videojuegodependientes, trasnochadores compulsivos, fornicadores precoces, drogadictos en mayor (coca, speed) o menor (litrona) grado y absolutamente necios, nuestra responsable oposición a la ya lamentablemente famosa PGB o reválida está sólidamente razonada, y en nombre de mi colectivo le agradeceré, Señora, que se tome la amable molestia de leer los argumentos que sustentan firmemente nuestro repudio a su lamentable proyecto de ley.

Espero, Señora Ministra, que no le importará si a partir de este momento me dirijo a usted llamándole simplemente Pilar. Sé que puedo darle las gracias por adelantado, porque estoy seguro de que esa imagen suya de ministra sencilla, para nada prepotente, de mujer desenfadada y liberal que ofrece en los telediarios no es una pose o una estrategia de su asesor de imagen sino la verdadera expresión de su forma de ser. Entre los dos extremos prototípicos de ministra que su partido nos ha ofrecido a los españoles hasta la fecha (la Barbie premenopáusica y la monja alférez), usted, Pilar, ocupa ese envidiable punto medio virtuoso de mujer todavía joven pero experimentada y, por que no decirlo, atractiva. Mire, Pilar, como ya hay confianza entre nosotros voy a prescindir de circunloquios e iré directamente al grano. 

Usted sabe tan bien como yo que la llamada educación secundaria no es otra cosa que una absurda sucesión de cursos lectivos repletos de absurdas asignaturas cuya función consiste en atormentar a los pobres alumnos obligándoles a almacenar en sus huecas cabezas millares de absurdos conocimientos. De este modo se mantienen presuntamente ocupados los presuntos cerebros de millones de presuntos estudiantes durante nueve meses al año, interrumpidos por una tregua de los tres restantes para que los maltrechos cerebros de sus presuntos educadores, los profesores, se recuperen antes del inicio del curso siguiente. Sí, Pilar, las cosas como son y ahora no nos oye nadie: absurdos conocimientos. A ver, ¿quiere decirme para qué quiero yo saber resolver malditas integrales? Es más, ¿para qué sirve esa porquería de las integrales? Dios mío, pero ¿Se puede saber qué me va a mí en la evolución de los metazoos? ¿Quién se acuerda ya del maldito incendio de la maldita fábrica Bonaplata? ¿Qué coño le importa a nadie saber si a Chindasvinto lo envenenaron o lo tiraron al Ebro? ¿En el Ministerio os expresáis en cuaderna vía? Vamos a ver, Pilar, tú eres ministra, ¿no? Bien, pues ahora dime, pero con total sinceridad: ¿tú has sabido alguna vez qué es el corrimiento hacia el rojo? Pues no, no es lo que le ha pasado a Verstrynge, sino un fenómeno físico relativo a la luz de las estrellas. ¿Sorprendida? Pues ahora pon la mano en el pecho y a ver si eres capaz de jurar por tu honor, con todo el honor y todo el pecho que tú tienes, que para ser un español de provecho el día de mañana hay que saber que un referencial inercial local einsensteniano es un laboratorio rígido, sin rotación, en caída libre, con relojes sincronizados a la Eisntein. Anda, chúpate esa, Mari Pili…

Releo lo escrito hasta ahora y caigo en la cuenta, Pilar, de que sin darme cuenta he acabo tuteándote, e incluso dirigiéndome a usted, bueno, ¡qué demonios!, a ti, querida ministra, en términos más que informales. Espero que no te siente mal. Es más, sé que no te molestará porque tú no eres como los demás ministros del Gobierno, tan serios y estirados todos, tan prepotentones algunos; ni siquiera encajas entre ellas, unas tan serias y otras tan a la virulé. Lo tuyo es esa naturalidad, ese saber estar, esa elegancia, pero con sencillez; esa firmeza, pero sin crispación ni estridencia. Y ese flequillo de niña traviesa, esa chaquetilla de amazona, esos pantalones ajustados, esos pendientitos y ese colgantito de adolescente y, ¡ay, Señor!, esa camisa desabrochada al mismo borde del abismo por donde se precipitan mis fantasías más inconfesables. ¡Ah, Pilar, Pilar! No puedo seguir adelante con esta farsa. Perdóname, cariño, pero te he engañado. No soy un estudiante de Bachillerato, aunque seguro que ya te has dado cuenta porque todavía no he cometido ni una sola falta de ortografía. Tampoco soy el secretario de ningún colectivo de estudiantes, y para que te hagas una idea de mi edad hice el preu y, por supuesto, no una reválida sino dos, la de cuarto y la de sexto. Todo esto no ha sido más que una treta ideada por la Secretaría de Juego Sucio de mi partido. Lo echaron a suertes y tuvo que tocarme a mí redactar y enviarte un falso escrito contrario a tu proyecto de reforma educativa. Pero el corazón ha terminado traicionándome. Ahora me alegro de que me tocara a mí la papeleta, porque de este modo, mira por donde, tengo la oportunidad, Pilar de mis entretelas, de confesarte abierta y directamente dos cosas que seguramente no hubiera sido capaz de hacer espontáneamente: la primera y fundamental, que te amo. Sí, cariño, te amo, apasionada y locamente, pero también con la desesperación del amante imposible que jamás será correspondido. Tu me excitas, amor, como sólo un diputado socialista se excita ante una antigua militante de izquierda convertida en ministra de un Gobierno de pretendida orientación al centro pero, como tú y yo sabemos, en el fondo a la derecha. Cuando contemplo desde mi escaño la hermosura de tu cuerpo serrano y escucho la dulce cadencia de tu voz defendiendo tu reválida y tu ley de calidad de la enseñanza con la valentía que otros no tuvieron me la tengo que bajar a golpes con el lomo de la Constitución. Perdóname, cariño, sé que es una perversión y te aseguro que soy el primer sorprendido, pero ya sabes que «el corazón tiene razones que la razón no entiende» y aceptar todas las manifestaciones de la sexualidad, por extrañas y aberrantes que sean, es una de las bazas fuertes del programa de mi partido. No obstante, Pilar querida, la razón de esta inconfesable atracción es doble. En primer lugar, está naturalmente la estupenda señora madura de aspecto aniñado, mi fantasía erótica favorita, capaz de trastornarme hasta la locura. Pero, además, la ministra echándole dos ovarios de una vez por todas a la mierda de educación secundaria que tenemos. Aunque, y me vas a perdonar, creo que te estás quedando corta. Mira, cariño, no les hagas ni caso a los bocazas de mi grupo, que llegado el momento son tan borregos como los del tuyo, y haz el favor de poner una reválida, sí, pero después de cada curso, y un macrorevalidón al final del bachillerato. Y los maulas que no la aprueben, a la efepé o a su casita, que estoy hasta el capullo (de la rosa del logo, se entiende) de que mi hijo, que tiene dieciocho añazos y le han echado ya de tres colegios, no sepa hacer ni la O con el canuto antes de fumárselo, y no haya manera de sacarlo del aula y ponerle a currar. Además, a ver si va a resultar que nosotros tuvimos que aprendernos de memoria la dinastía visigoda, las figuras de los silogismos, la tabla periódica y demás absurdos disparates para que ahora los señoritos aterricen en el campus sin tener ni una idea aproximada de por donde puede caer Albacete. Que se jodan, Pilar, di que sí, y que se lo aprendan también ellos, aunque tampoco les sirva para nada. Ya está bien con los niñatos estos, hombre: que no repitan curso, que no los echen del colegio, que no les examinen de nada, pobrecitos, no se nos vayan a traumatizar y tengamos encima que pagarles un psicólogo. Pero eso sí, en beber, fumar, pastillear y follar a calzón quitado, todos y todas matrícula de honor. Y no te dejes impresionar por las manifestaciones y huelgas de salón de los señoritos, son capaces de lo que sea con tal de fumarse hasta las clases. ¿Tú has visto alguna huelga de obreros reivindicando trabajar más horas? ¿Qué reacción cabe esperar de unos estudiantes a los que se quiere poner a estudiar? Si les dejáramos, en este país no la hincaría ni Dios, hombre.

Disculpa, Pilar, cielo, pero si no te digo todo esto reviento. Ya termino. Esta carta es la mejor prueba de mi amor. Si quieres destruirme sólo tienes que enseñársela al portavoz de mi Grupo y será mi último día no sólo en el Congreso, sino en el partido. Me tienes (¡ay!) en tus manos, aunque juego con ventaja, porque una mujer como tú nunca le haría eso ni a un diputado de la oposición. Hasta pronto, querida, y ánimo. Pase lo que pase, no te abroches nunca el cuello de la camisa, por favor. Y si algún día decidieses volver a casa, esa que es la común de la izquierda, los progresistas y las progresistas de este país te recibiríamos con los brazos abiertos (y alguno con algo más). Pero antes, pedazo de Ministra, Pilar de mis entretelas, por lo que más quieras, ponles a nuestros bachilleritos una reválida más grande que esa catedral de Burgos, ese emperador Carlos o ese pico Aneto de los que no saben nada y encima es que se la sopla. Y cuando se debata tu ley en el pleno, cuenta con mi voto. Te lo juro por Felipe. Ese día, mi amor, ponte guapa, echa el resto y no te inmutes si oyes unos golpes procedentes del hemiciclo. Será tu secreto amante, agazapado en su escaño (en el gallinero, detrás de la primera columna por la izquierda del bloque central), reprimiendo en solitario el consenso constitucional.