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La Secretaria de Estado de Igualdad y contra la Violencia de Género, número dos en el organigrama del Ministerio, se llama Ángela Rodríguez Martínez, alias «Pam», que es onomatopeya de «ruido de algo pesado que se cae». Nació en 1989 (aún no ha cumplido los 35), se licenció en Filosofía, en 2015 se metió en política por la puerta de Podemos Galicia y con sólo (sí, soy de la tilde en el adverbio) 26 añitos, aposentó su amplia base de sustentación en un escaño del Congreso de los Diputados. Tan meteórica carrera política culminó en 2021 con su erección a la Secretaría de Estado, cumpliendo así el Principio de Peter (en una organización se asciende hasta alcanzar el nivel máximo de incompetencia). De su breve biografía se deduce que ni tiene experiencia laboral ni un trabajo esperándola si dejase de vivir de la política a cuerpo de reina.

El título de esta columna expresa el sueldo bruto anual que Pam percibe de los Presupuestos del Estado, en catorce pagas de 8.835,31 euros, a cambio de servicios prestados a los ciudadanos que se lo pagamos como (1) descojonarse (perdón, despotorrarse) en público por la reducción de penas y excarcelación de delincuentes sexuales («De los creadores de “las personas van a ir al registro a cambiarse de sexo todas las mañanas¨ llega… ‘¡Los violadores a la calle!, ¡ja, ja, ja!»), (2) insultar a los académicos de la Lengua («dinosaurios») por rechazar el palabro «todes» o (3) parir chorradas (perdón, chochadas) como que «es escandaloso ese 75% de niñas y chicas jóvenes que prefieren la penetración antes que la masturbación»lo que a juicio de esta eximia catedrática de Sexología supone «una percepción de la sexualidad que se traslada a todos los estereotipos que al final las mujeres terminamos sufriendo a lo largo de nuestra vida». Llevándose 10.307 euros de media cada nuevo mes aguantando en el machito (perdón, en la hembrita), ¿cómo van a dimitir o a romper la coalición?: podrán ser ineptas, radicales, soberbias y malignas, pero no gilipollas (perdón, gilicoños).

Según esos diplodocus de la Real Academia, ¡Pum! es una onomatopeya «para expresar explosión, ruido o golpe» como, por ejemplo, el producido al descorchar una botella de cava. El vino espumoso me desencadena la migraña, pero el día que esta señora, su jefa y el resto de la panda de andrófobas ignorantes atrevidas de ese y otros ministerios se vayan a su casa como feliz consecuencia de unas elecciones, pienso celebrarlo brindando con un buen cava riojano. Y si al día siguiente me duele el coco habrá merecido la pena, porque este contribuyente tendrá ciento veintitrés mil seiscientas noventa y cuatro con treinta y seis buenas razones para festejar la sonora caída de algo tan pesado como Ángela Rodríguez Martínez. ¡Pam!