Publicado por: Autoedición
Fecha de publicación: 2019
Páginas: 262
ISBN: LR-1333-2018
Este magnífico libro, diseñado por Jorge Elías, es fruto de la colaboración de dos viejos amigos de la infancia, reencontrados en su Haro natal después de más de cuarenta años.
Un buen día Carmelo Hernando me propuso crear una obra singular compartida: yo me encargaría de escribir unas reseñas biográficas de personajes históricos de los últimos cinco siglos y él de ilustrarlas con fotomontajes, técnica artística en la que es un consumado maestro.
Al final fueron 127 los personajes seleccionados, desde Jan Van Eyck hasta Carl Sagan. Con respecto al título, como no nos pusimos de acuerdo, pues yo prefería Jugando con héroes y él 127 Negritos, acabamos poniéndole ambos. No conseguimos interesar a las (pocas) editoriales a las que se lo ofrecimos y el libro acabó sirviendo como regalo de una importante empresa catalana.
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LA CASA DE LOS LÍOS
Hay una categoría suprema de personajes ilustres cuyo apellido ha originado un adjetivo calificador: puntualidad kantiana, amor platónico, sociedad orwelliana, absurdo kafkiano, sonoridad wagneriana, surrealismo buñueliano, efecto proustiano y desliz freudiano, o acto fallido, que consiste en decir algo comprometido sin quererlo, como invitar a la cama a quien nos atrae sexualmente, en lugar del pretendido a cenar o al cine.
Siendo las teorías psicoanalíticas tan complicadas de entender, sorprende la facilidad con que términos tan técnicos como «le traiciona el subconsciente», «tienes complejo de Edipo», «aún está en fase anal» o «tengo floja la libido» han calado en el lenguaje cotidiano de personas que saben poco o nada de la vida y obra del neuropsicólogo Sigmund Freud (Freiberg/Príbor, 1856 – Londres, 1939).
Nacido Sigismund Schlomo en una comunidad judía de Moravia, Freud redujo su nombre a Sigmund cuando estudiaba Medicina en la antisemita Viena. En perjuicio de los del cuerpo, pronto se interesó por los trastornos de la mente, concretamente la histeria (del griego hystéra, útero) y la neurosis. Al principio utilizó técnicas de otros, como la hipnosis (del griego hypnoûn, adormecer) y la catarsis (del griego khátarsis, purga) y más tarde la suya, denominada asociación libre, que consiste en soltarle el paciente a su psicoanalista todo lo que le pase por la cabeza, sin filtro. Así surgió la tópica imagen del neura woodyallense (de Woody y Allen) tendido en el diván contándole sus temores y obsesiones a un señor con barba que toma notas más pendiente del reloj porque cobra por minutos.
Freud concibió la mente humana como una casa de tres pisos. En el siniestro sótano, llamado inconsciente, vive nuestro Ello, una fiera presa de los impulsos más primitivos, el sexual a la cabeza; en la planta ático o consciente reside el Superyó, cuya misión consiste en re- primir los instintos procedentes del sótano con el látigo de la moral; y en la planta intermedia o preconsciente, el pobre Yo trata de mantener una difícil convivencia con sus terribles vecinos dejando que unas veces se salga con la suya el de arriba y otras el de abajo.
Dado que se sueña lo que se teme o se desea, aunque no se sepa, para explorar el oscuro semisótano del inconsciente Freud utilizó su teoría de La interpretación de los sueños. Más que una disciplina científica, el psicoanálisis freudiano es una doctrina filosófica que se puede aceptar o no pero que ha influido como pocas en el pensamiento occidental del último siglo.
A los 69 años le diagnosticaron a Freud un cáncer de paladar relacionado con la compulsión de su yo a fumar hasta 20 cigarros al día de la marca Don Pedro que ello no paraba de ofrecerle, sin hacer caso a las advertencias de superyó. A pesar de los sufrimientos y de docenas de operaciones, el maléfico del sótano ganó y Freud siguió fumando puros hasta el final. Cuando en 1938 los nazis se anexionaron Austria huyó a Londres, donde una sedación con morfina acabó con los tres inquilinos de su mente a la vez.
1905. Freud con 47 años ‡ Retrato de este año.‡ «The nightmare» de Johann Heinrich Füssli (1791).