Mansos

DVD 1017 (03-09-20) Plaza de Olavide, Madrid. Foto: Olmo Calvo

Si en asuntos de actualidad internacional usted está, literalmente, al cabo de la calle, sabrá que en otros países se producen protestas populares callejeras contra sus respectivos gobiernos cuando estos toman decisiones que perjudican a la gente. 

En Francia llevan semanas liándola por las calles de París, Burdeos, Toulouse o Nantes como saben hacer los franceses, quemando, destrozando y tirándoles de todo a los gendarmes. Protestan por retrasar su jubilación de los 62 a los 64, sin importarles si sus vecinos alemanes o españoles han de esperar más años, si su tasa de sustitución (porcentaje de la pensión con respecto al sueldo) es del 75% frente al 52% de media en la OCDE o si tal retraso es una medida necesaria para evitar el colapso del sistema.

En otra democracia, Israel, la gente se ha echado a la calle para protestar contra el «golpe de Estado judicial» que minaría la división de poderes, al debilitar al judicial en beneficio del Ejecutivo, cambiaría el método de elección de los jueces y permitiría al Parlamento volver a aprobar leyes previamente tumbadas por el Supremo. ¿Les suena?

Entre los países no democráticos o mediopensionistas, tenemos las protestas de las mujeres iraníes contra la dictadura teocrática de los ayatolás, iniciadas tras la muerte de Mahsa Amini por no llevar bien puesto el hiyab (velo musulmán), que se juegan la vida quemando públicamente el suyo. En India, manifestantes furiosos se rebelan contra la política restrictiva del reclutamiento militar, que allí es una forma de ganarse el pan. Los mexicanos se manifiestan contra una reforma del sistema electoral que debilitaría la democracia, los chilenos toman las calles exigiendo mejoras en sanidad, educación, pensiones y vivienda y los venezolanos, simplemente, comida.

En España, con los sindicatos apesebrados, parece que nada justifica tomar de verdad la calle. Ni el encarecimiento de la energía, la cesta de la compra o las hipotecas, ni el asalto al poder judicial por el ejecutivo, ni las aberrantes leyes impuestas a 48 millones de españoles por quienes obtuvieron el 13% de los votos y ocupan el 10% de los escaños, ni la reducción de condenas a agresores sexuales, ni los indultos a golpistas o las concesiones a terroristas, ni los bajos salarios y la elevada presión fiscal, ni la insostenibilidad del déficit y la deuda ni, en fin, la mentira, la indignidad y la ineptitud, endémicas en este gobierno, nada es capaz de movilizarnos. Se diría que los españoles, antaño célebres por su bravura, nos hemos vuelto mansos, capaces de aguantar lo que sea mientras podamos seguir echando unas risas intercambiando memeces con el móvil entre trago y trago en la terraza. Que protesten ellos.