La España destapada

El adjetivo del título no tiene nada que ver con destapar, destaparse o destape. Pretende ser un neologismo que califique a la parte del territorio nacional en cuyos bares sirven como acompañamiento gratuito de la bebida una pequeña ración de algún alimento, es decir una tapa, que viene a quedar más o menos a este lado de una recta imaginaria trazada entre Asturias y Murcia.

Si por aquí pides una cerveza en la terraza de un bar o cafetería, lo más que puedes esperar como acompañamiento sólido será el montoncito de patatas fritas que quepa en el platillo de las vueltas. Pero es que, si sois dos, cuatro y hasta ocho consumidores de bebida en la mesa, la cantidad de patatas (o panchitos, o aceitunas) no aumenta en proporción, sino que será la misma tacaña ración para todos. 

Con la misma caña o vino, incluso más baratos que aquí, en ciudades como Granada, Jaén, Almería, Santiago, Lugo, Ávila, Madrid, Toledo o Badajoz, te puedes encontrar la agradable sorpresa de degustar por el mismo precio tapas como empanada o pulpo con cachelos, hamburguesitas, secreto a la brasa o alitas de pollo, patatas rellenas, carne con tomate, choricillos, patatas bravas, patatas alioli, migas, sangre en salsa, codillo, picadillo, morcilla, patatas revolconas o croquetas. En unos sitios la graciosa ración es aleatoria, pero en otros incluso las ofrecen a la carta o en bandejas repletas de pinchos variados para que escojas. En estas y otras ciudades, con tres vasos te puedes ir comido o cenado a casa por seis euros, la tercera parte o menos de lo que aquí te cobran por las mismas consumiciones de pinchos de pago. Lejos de arruinarse, los establecimientos que la ofrece han demostrado que la tapa gratuita es una estrategia de negocio que les aporta éxito.

Con lo mal que van tantas cosas importantes, ocuparse de este asunto puede parecer frívolo. Pero uno ha renunciado, no ya a lograr, a reivindicar siquiera aspiraciones tan utópicas como la paz, la justicia, la tolerancia, la educación o gobernantes honorables, competentes y entregados a lo que de verdad preocupa a la gente. Uno ya se conforma con cosas como que hoy no te duela casi nada, no se te encienda la reserva, el perro del vecino deje de darte el coñazo o te alegren la cañita con una tapa gratis por boca, no digamos de solomillo, pero tampoco de menos olivas con hueso o patatas fritas de bolsa que clientes en la mesa, o, lo más probable, de nada. 

Aunque, pensándolo bien, que en este y otros rincones cercanos de la España destapada den tapas gratis parece igual de utópico. Cómo te van a regalar el pincho si aun cobrándolo, y bien caro, lo petan, ¿verdad?  Va a ser que los pueblos también tienen los bares que se merecen.