Enanistas

Nuestros representantes políticos (europeos, nacionales, regionales) suelen madrugar a legislar, es decir, a prohibir, con especial predilección por actividades inofensivas como viajar en avión, ir al circo o criar periquitos, mientras permiten la venta y consumo de sustancias adictivas y tan nocivas para la salud como el tabaco, el alcohol o el juego. Su penúltima limitación de la libertad individual prohíbe espectáculos donde participen personas «de estatura muy baja» o «afectadas de enanismo» (DRAE), o sea enanos, sobre todo los denominados cómico-taurinos, como El bombero toreroDiversiones en el ruedo y los enanitos toreros o Popeye torero, entre otros. 

La razón esgrimida por esas personas afectadas de prohibicionismo, más enanistas que los enanos, es que «usan a personas con discapacidad para suscitar la burla, la mofa o la irrisión del público de modo contrario al respeto debido a la dignidad humana». Como si en lugar de artistas cómicos libres, fuesen esclavos explotados por proxenetas de la talla baja sin escrúpulos. ¿Usar? Son personas bajitas pero adultas respetables que pueden dedicarse a lo que quieran, incluso a algo tan digno como divertir al público. Y sufren discapacidad las personas cuyas condiciones físicas o psíquicas dificultan su inclusión social, lo que no es el caso de estos artistas a los que pretenden desalojar de su hueco en la sociedad.

Para un portavoz del colectivo «es una auténtica aberración que echen el cierre a un trabajo profesional que les gusta, del que viven sus familias, por el que cotizan y que cumple las normas de los espectáculos taurinos». En cuanto a la «mofa», un individuo acondroplásico no provoca risa por serlo, sino por actuar en un espectáculo que pretende justamente eso. Nadie se ríe de un payaso de paisano si se cruza con él por la calle, sino cuando viste como tal y hace sus payasadas para divertir a quienes pagan por ello. ¿Acaso payasear es denigratorio para un ser humano, aun de estatura normal? 

La guinda cínica de esta arbitraria imposición es que las administraciones públicas deberán garantizar que aquellos a quienes despojan por ley de su trabajo «puedan transitar a ocupaciones regulares», o sea dedicarse a otra cosa. Es decir: miren, señores enanos, vamos a ilegalizar ese oficio tan irregular del que viven y que además les gusta, pero no se preocupen, ya se les buscará otro que nos guste más a los legisladores, ¿entienden? Respuesta de otro afectado: «No queremos formación, ya tenemos nuestro oficio; es como si soy carpintero y ahora quiere enseñarme a ser charcutero, porque a usted le da la gana». Podría añadir: miren, señores políticos, nos pasa como a muchos de ustedes, que nos dedicamos a esto porque no sabemos hacer ni vivir de otra cosa, ¿comprenden?