Crímenes

A estas alturas del libro de la Historia Universal no es preciso recordar que sus peores páginas, las más negras, trágicas, lamentables y terribles, narran los encarnizados combates entre seres humanos entrenados, armados y lanzados unos contra otros para matarse como cochinos.

En Europa, escenario de más guerras que ningún otro continente, parecía que aquella con la que se suicidó en dos plazos entre 1914 y 1945 sería suficiente escarmiento para siempre. Sin embargo, en 1991 los jinetes del Apocalipsis volvieron a cabalgar por los Balcanes mostrando los horrores bélicos provocados por el odio mortal que nutre la dieta ideológica de los nacionalismos. Incrédulos, los europeos asistimos a la reedición de lo que creíamos irrepetible, el nazismo: agresiones bélicas, masacres de población civil, deportaciones masivas, limpieza étnica… Crímenes contra la Humanidad, en definitiva. 

En teoría, Rusia es una democracia. En la práctica, un régimen autocrático manejado por un tipo que no respeta la separación de poderes, restringe las libertades, reprime a la oposición y se apalanca en el poder, es decir, un dictador, que además pretende recomponer el imperio soviético ocupando países soberanos. Si el III Reich no hubiese invadido Polonia en 1939 quizá la Segunda Guerra Mundial se habría evitado y la Alemania nazi hubiera sido como Corea del Norte, una férrea dictadura aislada del mundo donde el sufrimiento de su población sería un mal menor comparado con la guerra mundial. Pero cuando Hitler ordenó invadir Polonia (para repartírsela con Stalin), Francia y Gran Bretaña le declararon la guerra, y ahí comenzó la catástrofe global. 

Por increíble que parezca, la historia podría repetirse calcada hoy mismo, con el estallido de una criminal guerra caliente entre los dos bloques que parecían haber superado la fría. Pone los pelos de punta la frivolidad con la que el senil gobernante de la potencia hegemónica saliente habla de la inminencia de una «guerra mundial» mientras la entrante (China) se acomoda en la grada para disfrutar del espectáculo, la industria armamentística se frota las manos y la población civil, como siempre, se dispone a sufrir lo que sí está escrito, pero parece olvidado. 

El gasto militar mundial se acerca a los dos billones de euros anuales, el 36% a cargo de EEUU, más del doble que China y Rusia juntos. Con ese presupuesto, en pocos años se podría acabar con la falta de alimento, agua potable, medicamentos, vivienda digna y sistema de saneamiento que cada año mata a millones de personas en el Tercer Mundo. Pero lo que preocupa en el Primero es que otro zarpazo del oso ruso a Ucrania hunda las bolsas o encarezca aún más la factura del gas y llenar el depósito. Hay crímenes de lesa humanidad pendientes de tipificación.