Transcripción literal del mensaje grabado en el contestador del teléfono móvil de Patricia G. la noche del domingo 11 de noviembre de 20..:
—«Hola, soy Patricia, en este momento no puedo atenderte. A partir de la señal podrás dejar grabado tu mensaje. Te llamaré en cuanto me sea posible».
—No sabes, querida Patricia, cuánto me alegro de que, como de costumbre, salte el contestador cuando te llamo. Es un alivio saber que voy a poder soltar lo que tengo que decirte de un tirón, sin tener que aguantar tus interrupciones histéricas. Mira por dónde, ese maldito cacharro que tan eficazmente te ha protegido de mis llamadas durante estos meses, te va a obligar ahora a escucharme hasta el final y ahorrándome además esos desagradables chillidos tuyos que impiden cualquier sereno intento de diálogo. Será la primera vez que esto ocurra, pero por suerte o por desgracia, también la última. Buenas noticias, Patricia. Por fin vas a librarte de mí. Como lo oyes, de la manera más fácil, y sin necesidad de recurrir más a ese imbécil de tu abogado, vas a dejar de verme y hasta de escucharme por siempre jamás. Como lo oyes, hermosa. Pero no te alegres antes de tiempo, puedes figurarte que no va a ser a cambio de nada, los tiempos de los regalos y la generosidad ya pasaron para nosotros, ¿verdad? En cambio, el odio, que con tanto cuidado has ido sembrando durante este tiempo en mi corazón, terminó germinando y ha crecido lo suficiente como para obligarme a dar este paso, terrible, sí, pero no menos que el tiempo transcurrido desde que me abandonaste arrebatándome nuestros hijos, fíjate que digo nuestros y no míos, como haces tú siempre. Si ellos significan para ti tan solo la tercera parte de lo que son para mí, prepárate para comprobar lo elevado del precio que vas a pagar por tu libertad definitiva, es decir, por deshacerte de mí. Créetelo, me voy para siempre, Patricia, pero los niños se vienen conmigo. A ellos tampoco volverás a verlos. Me los llevo adonde nunca podrás encontrarlos y con billete solo de ida. Cuando, con la ayuda de ese gilipollas de picapleitos, lograste finalmente que el juez me arrebatara la custodia de los pequeños, creíste haber triunfado completamente sobre mí, ¿verdad? Aunque sé que nunca lo reconocerás, tú no los querías a tu lado por las mismas razones que yo. Los hijos te han estorbado siempre, no tuviste más remedio que parirlos porque los llevabas dentro de tu cuerpo y éste un día no tuvo más remedio que expulsarlos. Jamás les has dado cariño ni otro calor que el involuntario de tu vientre. Te pusiste a trabajar en esa maldita tienda solo por no verlos, por no tener que atenderlos. Porque no los soportabas. Es duro decirlo, Patricia, pero nunca has sido una madre para los niños, a lo sumo una madrastra. Todo el mundo sabe que yo, en cambio, los adoro. Que son la auténtica razón de mi existencia. Tú también lo sabes y por ello exigiste su custodia. Solo por hacerme daño. No lo niegues. Con ello no te hiciste con unos hijos, sino con dos trofeos de guerra. Serías capaz de exhibir sus cabezas enmarcadas en el salón solo para presumir, ante las visitas, de tu victoria, de la salvaguarda de un honor estúpido, de ese patológico orgullo tuyo, de tu terca intolerancia. De tu venganza, Patricia, porque todo fue por pura venganza. Una venganza tan implacable como innecesaria, fruto de tu incomprensión, de tu ceguera y de esa incapacidad congénita tuya para otorgar el perdón. Lo siento, pero la hora del dolor, el llanto y la amargura ha llegado también para ti, querida Patricia. Ahora sabrás cuán pírrica fue aquella victoria, que obtuviste sobre un pobre hombre cien veces arrepentido de su primera y última infidelidad, desgarrado por el remordimiento y machacado por un castigo cruel y desproporcionado. ¡Cómo has podido ser tan inflexible, tan intransigente, tan injusta! Sé que no he sido un compañero ejemplar, ¡quién lo es!, pero sabes de sobra no solo que te he querido, y cuánto, sino que has sido la única mujer a la que he querido en mi vida. Jamás te he deseado el mal, te he engañado o he sido deshonesto contigo, Patricia. Ni cuando una compañera de trabajo que me tenía ganas logró meterme en su cama, borracho perdido, después de una fiesta montada para celebrar la buena marcha de la empresa. No te engañé, Patricia, ni haciendo algo que en nada se parecía a un acto amoroso ni ocultándotelo. Podría habérmelo callado y nunca te hubieses enterado. Ya supuse que, a pesar de todos los atenuantes que yo hubiese logrado reunir, no te haría ninguna gracia saberlo. Pero tampoco sospeché que tu reacción, pasado el lógico berrinche inicial, iba a ser el más dañino y vivo de los rencores. Ahora comprendo que, contándote mi revolcón con aquella administrativa de la oficina, te ofrecí en bandeja el pretexto de oro que hubieses estado esperando para librarte de mí. ¡Cuánto has debido odiarme en secreto, Patricia! Podías habérmelo dicho en cuanto lo supiste, Cayetano, ya no te quiero, no deseo permanecer más a tu lado, no te aguanto un día más, quiero el divorcio… Pero esta palabra no figura en el distinguido vocabulario de tu familia, ¿verdad? Mamá se moriría del disgusto. Tu familia, la gente de vuestra clase, no admitirán nunca una ruptura porque sí, ¿verdad? ¡Después de una boda tan buena, con un ministro y dos generales invitados, y en el altar mayor de la catedral! Un matrimonio tan católico, enfermo y muerto de puro y simple desamor, a pesar de tanto cirio y tanta agua bendita… Pero claro, si hay por medio un adulterio, entonces ya es otra cosa. ¡Pobre Patricia!, qué desgraciada, quién lo iba a decir, Cayetano un sinvergüenza, un sátiro, con lo decente que parecía… Y pensar que fui yo mismo quien te proporcionó la excusa con mi doble torpeza de acostarme con una secretaria, que ni me iba ni mi venía, y de contártelo al mismo día siguiente… ¡Ojalá lo hubiese hecho diez años antes, Patricia! Hubiésemos evitado así la llegada de nuestros hijos, y todo hubiese sido más fácil. Pero llegaron, y yo no puedo vivir sin ellos. Un fin de semana de cada dos es demasiado poco para un padre que lo daría todo por estar siempre con los niños. Y todavía tengo que agradecérselo al cretino de tu abogado porque si hubiera sido competente quizás no los hubiese podido ver más que una vez al mes, ¿lo sabías, hermosa? Gracias a que, además de cretino, inepto y pesetero, es tu amante y para ti no hay otro. ¿Sorprendida? Yo tampoco me chupo el dedo, cariño, lo sé todo casi desde el principio. Mamá también está al corriente, descuida, acabo de dejarle otro mensaje contándoselo todo. Espero que en toda la ciudad no haya suficientes gotas de maldito cardiotónico para evitarle el soponcio definitivo. Hoy es último domingo de mes. Mi último fin de semana con los niños se acaba porque ahora serán eternamente míos. El tuyo fue el pasado, Patricia, porque ya te he dicho que no los volverás a ver. ¡Angelitos! Aquí los tengo, en el asiento trasero, dormiditos y acurrucados el uno contra el otro como cada domingo de cada dos a estas horas, cuando los bajo a la ciudad para devolvértelos. Todo me resulta más fácil sabiendo que no se van a enterar. Me he bebido una botella entera de güisqui antes de ponerme al volante, para darme valor. Y para que cuando me hagan la autopsia encuentren un motivo oficial que explique mi empotramiento contra un camión a ciento cuarenta. Solo tú sabrás la verdadera causa del accidente. Espero que el remordimiento y el dolor tarden cien años en matarte a ti, Patricia, porque a buen seguro, suicidio es un término que tampoco figura en vuestro diccionario de tu familia. Bueno, por ahí viene un buen tráiler, adiós, Patricia. ¿Recuerdas cuando te burlaste de mí por comprarme un coche con teléfono manos libres? Ya te dije que no había que ser un tipo importante, tiene… otras… ¡utilidadeeeeeeeeees!..
(Esta grabación fue aceptada como prueba por el tribunal que a partir de este lunes juzgará a Cayetano V., acusado del asesinato premeditado de los menores Oscar V.G., de 8 años de edad, y Elisabet V.G., de 6. La vista no ha podido celebrarse antes debido al dilatado plazo que ha tardado el acusado en recuperarse de las gravísimas lesiones que sufrió en el accidente de tráfico que presuntamente provocó).