Anoche tuve un sueño. Todas las cadenas de radio y televisión emitían desde el Congreso de los Diputados una declaración institucional consensuada y rubricada por los líderes de partidos políticos de implantación nacional defensores de la Constitución Española de 1978. El presidente del Gobierno tomaba la palabra:
«Señoras y señores: sin entrar a discutir las causas, sin dudas complejas y no achacables en exclusiva a gobierno o partido alguno, es un hecho incontestable que la situación financiera de España es muy grave. Gastamos más de lo que ingresamos y la deuda asciende a billón y medio de euros, el 118% del PIB anual. Para mantenerse, el Estado ha de endeudarse en el exterior, con unos intereses que crecen por la subida de los tipos, y a cada español nos corresponden 31.000 euros de deuda pública, más la privada. En 2023 el crecimiento económico no alcanzará el 2%, mínimo requerido para crear empleo, por lo que el paro aumentará, igual que la inflación y la carestía de la vida: electricidad, combustibles, alimentación, etcétera.
Los políticos llevamos fama de actuar pensando más en las próximas elecciones que en las próximas generaciones. Pues bien, ante las próximas convocatorias electorales, hemos acordado no utilizar esta preocupante situación como arma arrojadiza y unir nuestras fuerzas por el bien de la nación española. Desde nuestras respectivas ideologías, igualmente respetables, aunque no las compartamos, hemos acordado mejorar esta situación, lo que significa: adelgazar las administraciones públicas, reducir el gasto público corriente, eliminar el innecesario, congelar sueldos públicos y pensiones, acabar con chiringuitos, subvenciones compravotos y mamandurrias y, con el visto bueno de los sindicatos, pedirles que trabajen más, mejor y más tiempo incluso cobrando menos. Solo así alejaremos de nuestro país el fantasma de la suspensión de pagos y el rescate, pero sobre todo garantizaremos, no solo la sostenibilidad del Estado de bienestar, sino la preservación del Estado mismo dentro del marco constitucional frente a los que persiguen su destrucción: partidos antisistema, separatistas, desleales, traidores y desacatadores de nuestra norma suprema de convivencia, la Constitución, con quienes todos los presentes renunciamos a pactar en el futuro con tal de gobernar. Somos conscientes del sacrificio que les pedimos, pero tengan la seguridad de que nosotros seremos los primeros en apartar nuestras demagógicas disputas partidistas e ideológicas para apretarnos el mismo cinturón y de que nuestro común esfuerzo redundará en beneficio de nuestros hijos y nietos. Gracias por su atención. Buenas noches».
Cada vez que reincido en cenar algo que lleve ajo crudo lo pago soñando cosas muy surrealistas. Pero tanto como esta, nunca.