Como riojano amante de su tierra y admirador de sus tesoros, quisiera llamar la atención sobre dos maltratos contra lo mejor de nuestro mejor patrimonio, en sus ámbitos monumental y natural.
El primero se está cometiendo a diario en el monumento más importante que tenemos: el Monasterio de San Millán de Suso. En su atrio de entrada, abierto al valle del Cárdenas, entre sarcófagos de infantes castellanos y reinas navarras, se extiende la maravillosa «alfombra del portaleio», un mosaico mozárabe del siglo X, artísticamente empedrado con cantos rodados, que de un modo increíble sus 25.000 visitantes anuales podemos pisotear libremente, contribuyendo a su deterioro. No sé cuánto costaría protegerlo con un suelo pisable de cristal transparente como los que miman a restos arqueológicos menos valiosos, pero seguro que llegaría con los 44 millones de euros que la propaganda gubernamental central y su filial autonómica han prometido gastar en esa cosa intangible del Centro de Inteligencia de la Nueva Economía de la Lengua en el Valle de la Ídem. Señoras y señores políticos, la próxima vez que suban a Suso a hacerse la foto, hagan favor de fijarse en el ajado rosetón milenario de la entrada. Y procuren no pisarlo.
El segundo se cometió hace casi medio siglo y consistió en destrozar el mejor enclave riojano de la Sierra de la Demanda para instalar en su lugar un vasto cementerio de dinero público con apariencia de estación de esquí, más insostenible cada invierno por la progresiva escasez de nieve. Ante esta evidencia climática, en lugar de plantearse enmendar el desastre ecológico desmantelando pistas, remontes, bares y aparcamientos para devolverle lo suyo a la madre Naturaleza, cuya protección llena la boca de la mencionada propaganda, ahora se pretende «desestacionalizar» la estación (ni Groucho Marx) compensando los cuatro días de esquí al año con diversiones como una tirolina y un «bike park» (a ver, ¿en el valle de qué lengua estamos? ¡Parque ciclista, coño!). O sea, agredir al medio ambiente todo el año, convirtiendo la majestuosa cara norte del pico San Lorenzo, una cuenca de origen glaciar de primera categoría, en un parque de atracciones de tercera que podría ubicarse en cotas más bajas, reduciendo el impacto ambiental sobre la alta montaña ocasionado por los vehículos y sus ocupantes, que además agradecerían acortar el viaje.
El suelo de Suso y el techo de La Rioja son ejemplos diferentes de la misma crónica dejadez institucional ante el deterioro de nuestro patrimonio más valioso. Ahora que tocan urnas, invito a los candidatos a prometer remediarla, aunque sea otro embuste propio de campaña electoral. Pero sería tan hermoso escucharlo que lo mismo me dejaba engañar, una vez más, y los votaba.