Imaginemos dos ucronías en torno al nefasto personaje histórico Adolf Hitler. En la primera, un activista del KPD (partido comunista) logra asesinarlo durante un mitin en 1933. En la segunda, el führer es capturado vivo en 1945, juzgado con todas las garantías y ejecutado. En el primer caso, la muerte del demonio nazi hubiera evitado el infierno de otra guerra mundial (sesenta millones de muertos) y del exterminio judío (seis millones) ¿Alguien calificaría el asesinato de Hitler como un acto moral y jurídicamente inaceptable y preferiría para él un juicio justo tras el hundimiento del III Reich?
El debate de si es o no licet necare tyrannum (lícito matar al tirano) es muy antiguo, pero si ya hace cuatro siglos el jesuita toledano Padre Mariana justificaba los regicidios de Enrique III de Francia y Pedro I «el Cruel» de Castilla, qué no opinaría de los magnicidios de criminales del siglo XX tan grandes como Hitler, Stalin, Pol Pot, Mao o, ya en el XXI, de Vladímir Valdímirovich Putin.
Como Hitler en 1939, el dictador Putin es hoy una grave amenaza real para la paz mundial, con una gran diferencia: controla unas 1.600 ojivas nucleares operativas con capacidad destructora infinitamente superior a la de la Wehrmacht. Para activar su lanzamiento, Putin dispone de un maletín llamado cheget (el mítico «botón nuclear») que lo acompaña a todas partes. El ministro de Defensa y el Jefe del Estado Mayor rusos poseen dos maletines clónicos, pero estos no pueden activar las ojivas desencadenantes del holocausto nuclear mundial si antes no lo hiciera también el Presidente, lo que significa que estamos en manos de un tipo, seguramente desequilibrado, que con un gesto podría acabar con nuestra civilización en un solo día de guerra nuclear, algo por desgracia más que posible por primera vez desde los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki en 1945.
Volviendo a la ucronía del principio, ¿cree usted que «cuando acabe lo de Ucrania» habría que detener y juzgar a Putin como criminal de guerra, o preferiría que miembros de su guardia pretoriana lo hubiesen asesinado al grito de Sic semper tyrannis la víspera de la fecha fijada por el ex agente del KGB para invadir este país soberano mártir? Yo me inclino por la segunda opción, como hubiese preferido que asesinaran a Hitler la víspera de asumir el poder absoluto en Alemania. No se pueden conceder las garantías consagradas por la Declaración Universal de Derechos Humanos a déspotas criminales que los pisotean a sangre y fuego. Putin es uno de ellos, y sí, es lícito acabar con él, antes de que acabe con nosotros. Hay que liquidar a Putin. Lo malo es que quien puede ordenarlo posee otro maletín (el nuclear football) que controla 1.800 ojivas desplegadas, y está gagá. Que los dioses nos protejan.