Las plagas de Sefarad*

En aquellos días vio Yahvés cómo, tras haberlos liberado de la tiranía y la esclavitud, el pueblo sefardita se apartaba del dios que les había devuelto la libertad y decidió castigar su ingratitud a plaga limpia hasta que renegaran de los falsos ídolos materialistas y regresaran a la espiritualidad del dios verdadero, o sea a Él.

Primero permitió que un Terrorismo ya sin pretexto continuara sembrando estragos, muerte y dolor durante treinta y cinco años más.

Después toleró una Corrupción que el pueblo creía exclusiva de la dictadura pero que se infiltró en todas las tribus y clases sociales, desde el modesto burlador del IVA de la chapuza doméstica hasta la mismísima testa coronada.

Como viera que en sufrir y defraudar eran todos iguales, planeó dividirlos por medio del Nacionalismo que hizo a unos sentirse diferentes, pero, sobre todo, superiores a otros. 

Harto de la lucha constante por el poder entre las dos tribus hegemónicas, cada vez más alejadas del pueblo, Yahvés hizo caer sobre ellos un Populismo a diestro y siniestro que, unido a la irrupción de clanes botifarras, bandarras, postetarras y belarras, condujo a la ingobernabilidad de Sefarad. 

Como no escarmentaran, decidió castigarlos con Catástrofes Naturales como inundaciones y sequías, erupciones volcánicas, calimas, lluvias de barro, heladas tardías y mermas en cosechas, caladeros y ganados a base de hongos, residuos plásticos, lobos, conejos y cerdos medioambientales de dos patas.

Tampoco fue suficiente y el cruel dios desató una Pandemia coronavírica que los mantuvo privados de lo que más les gustaba: salir de casa para alternar, sobre todo de noche y en tascas, ruidotecas y terrazas.

La siguiente plaga enviada por Yahvés fueron los zarpazos de una Guerra cercana que empeoró el desorden mundial, pero sobre todo la economía doméstica por el encarecimiento de la energía eléctrica y los combustibles fósiles, en manos de sátrapas, y con ello los precios de todas las cosas. 

Tales calamidades empeoraron una plaga crónica, la Crisis Económica, atrapada en un bucle diabólico: más gasto a pesar de menos ingresos-más deuda y déficit públicos-más impuestos-menos inversión y consumo-más desempleo-menos ingresos, etc.

Mas el origen del penúltimo desastre no fue divino: la plaga de Gobernantes necios, sectarios, incapaces y dogmáticos no cayó del cielo sobre Sefarad, como las de ranas, langostas, piojos y mosquitos, pues los sefardíes mismos los eligieron, y cuando estos, arrepentidos, volvieron su mirada al cielo implorando perdón y misericordia, el vengativo dios les respondió lanzando un rayo formidable cuyo resplandor trazó dos palabras en el firmamento: «Ya véis». De ahí su sagrado nombre.

(*Nombre bíblico aplicado por la tradición judía a la actual España).