(Texto incluido en el libro «Reflexiones de futuro» editado por Vocento en diciembre de 2021, que reúne colaboraciones de columnistas de opinión de las publicaciones periódicas del grupo)
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Cuando, con la premura de costumbre, el Jefe de Opinión de DIARIO LA RIOJA me solicitó esta colaboración y le pregunté de qué iba la cosa, me aclaró que se trataba de echar una mirada al futuro inmediato y añadió esta sugestiva pregunta: ¿Qué hay detrás de la puerta? Así que, con la acostumbrada diligencia, este columnista se puso manos al teclado en busca de quinientas palabras con las que aventurar su visión del porvenir. Suponiendo que, en la vivienda del mundo, esa puerta imaginaria comunique esta habitación tan desorganizada de 2021 con la vacía de 2022, trato de entrever ese futuro cercano pegando mi ojo menos hipermétrope a la cerradura y lo que vislumbro, a través de una densa bruma como estratificada en capas, no me anima a traspasarla.
En el estrato personal y menos interesante para los lectores, virgencita que me quede como estoy y que lleguemos a la siguiente puerta agarraditos de la mano, rigiendo, continentes y con la pensión revalorizada, y los que vengan detrás que arreen como nosotros arreamos.
Al nivel nacional, incluso cerrando el ojo creo percibir un empeoramiento de las relaciones entre los bandos políticos que aseguran representar a un pueblo afanado en recuperar la normalidad tras el revolcón coronavírico, es decir, en repetir los mismos errores, dada su acreditada incapacidad de aprender. Todo ello, inscrito que se dice en un marco institucional dominado por la lucha sin cuartel entre los poderes del Estado que, como el ratón al queso, corroe nuestra democracia gruyer desde lo más hondo.
En el plano internacional, parece que la ansiada recuperación económica del Primer Mundo (el Tercero jamás podrá recobrar lo que nunca tuvo) seguirá lastrada por el parón en el proceso de sustitución del cerebro humano, ya en fase de atrofia irreversible, por la inteligencia artificial de teléfonos, tabletas, ordenadores, automóviles y electrodomésticos. La culpa va a ser de contratiempos como la escasez mundial de semiconductores, mayormente fabricados en una isla china más pequeña que Extremadura, amenazada de invasión por su prima de Zumosol naciente pero, además, por la penuria de materias primas minerales (silicio, germanio) y de los millones de litros de agua ultrapura que las fábricas de estos microchismes consumen a diario. Es lo que tiene esquilmar sin piedad los recursos naturales.
Y en la capa mundial, en fin, no es lo peor lo que se ve, sino lo que no: apocalípticos misiles nucleares agazapados, furias meteorológicas por desatarse y más virus devastadores y magmas incandescentes que ya estaban en la Tierra millones de años de ser okupada por el homo stupidus, única especie animal empeñada en destruir su hábitat, desgobernada por un selecto club de neciócratas mundiales más preocupados por su futuro político que por el del planeta.
Apreciado Jefe, no sé si es lo que me pedías. En todo caso, ábrase la puerta y pasemos al otro lado copa de cava en mano y a la voz de «feliz y próspero año nuevo». Faltaría más.
(Columna incluida en el libro «Reflexiones de futuro», editado por Vocento en diciembre de 2021, con colaboraciones de una selección de columnistas de opinión de las publicaciones del grupo)